domingo, 18 de octubre de 2015

Dolor romántico

¿Acaso es mágico el amor
que no me deja atraparlo?
Un día lo tuve entre mis manos
y lo guardé en mi corazón
pretendiendo eternamente poseerlo.

Hoy le llamo con afán y no viene a mi encuentro.
Le busco dentro de mi pecho,
en las fisuras de mis manos,
en el vacío de mi alma.
¡No puedo verlo!

Ayer acariciaba mi vida
y me ofrecía confusas sensaciones.
Oscurecía mi intelecto
con  fantasías
y ridículos sueños.

Envolvía en vanidad mi ser
ocultando mi debilidad,
mi pequeñez ante el universo
y la miseria
de mis temores.

Y engalanaba mis defectos
otorgándome el poder de un falso reino;
invitándome a disfrutar
de la efímera
alegoría.

Es incomparable el sabor de los besos
cuando él está presente,
e inevitable bañarse de lujuria
en frenética fiesta
de placer, ternura y sosiego.

Tan etéreo e invisible es
que te aleja de la escena real,
negándote la virtud
de la sensatez.
Y entonces juegas tu vida a azar, sin límite.

Y luego, algún día, se va;
se aleja sin decir adiós,
sin aquellas caricias ni esos besos.
Zarpa desgarrando tu pecho
porque las amarras nunca desaparecieron.

Y de nuevo, miras ansioso
hacia el horizonte, y a veces atrás,
queriendo desvelar su paradero.
Llorando tu dolor, maldiciendo al vacío.
Recordando... Deambulando...
                                                                                                                                         Andantte.


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